La importancia de tener un racimo sano y protegido

Está claro que la calidad de un buen vino empieza en el campo.

Los factores que determinan una buena calidad del racimo son varios: clima, suelo, poda, adaptación de las variedades, labores culturales, etc., pero nos centraremos en los factores derivados de los ataques de plagas y enfermedades.

De todos ellos, los problemas más graves para la calidad de la uva en el estado sanitario de los racimos son los que hacen referencia a las enfermedades -como mildiu, oídio y botritis- y no a plagas.

Pensando en la producción de uva de alta calidad, no parece que se pueda admitir la más mínima proporción de racimos afectados por alguna de estas enfermedades. Un ataque de enfermedades nos supone el riesgo de tener un efecto negativo en la calidad del vino debido a gustos fenólicos y aromas a hongos no deseados, disminución de los aromas frutales, cambios de la acidez, etc. Además, también aparecen problemas fermentativos no deseados que hay que solucionar.

Un ataque de algunas de estas enfermedades en el racimo también puede suponer distintos problemas: un impacto sobre la maduración de las uvas y un retraso de la madurez fenólica, retraso en el crecimiento de la baya, fragilidad de la pulpa, disminución de la producción, mayores costes en la recolección al tener que separar los racimos sanos de los podridos, etc.

Así que una buena gestión en el control de estas enfermedades es vital para evitar todos estos efectos negativos mencionados.

Esta gestión, entre otros factores, se basa en el conocimiento de las enfermedades que afectan su biología, lo que conlleva a su mejor control. Juntamente con el seguimiento de unas buenas prácticas agrícolas y un uso adecuado de los tratamientos fungicidas, podremos llegar a obtener un racimo sano y limpio y consecuentemente una buena calidad en barrica.

La verdad está en el vino. Proverbio latino.